Narrador riguroso, Cameron ha demostrado desde hace tiempo su capacidad para cautivar a cualquier tipo de público. Magistral incluso en las producciones más ambiciosas, sabe cómo lidiar con la presión y siempre consigue plasmar su singular visión, lo que le lleva a ampliar sus conocimientos y a profundizar en su arte.
Veintitrés años después de Abyss, Cameron descendió en solitario al fondo de la fosa de las Marianas —a 10 908 metros de profundidad— dentro del DEEPSEA CHALLENGER, un sumergible y plataforma científica que él mismo había diseñado.
En 1997, con Titanic transformó nuestra imagen colectiva de la carcasa de un barco oxidado en el fondo del Atlántico Norte en la de un coloso recién echado a las aguas y surcando las olas frente a Southampton. Cuatro años después, se sumergió a 3800 metros de profundidad en el lugar del naufragio para filmar un documental: Misterios del Titanic.
Desde inmersiones extraordinarias hasta 3D, Cameron se empeña en superar los límites de las conquistas humanas, técnicas y artísticas. Trabaja incansablemente para encontrar soluciones a los problemas más complejos con el objetivo de reinventar el arte del cine. Por su parte, el público ha aplaudido a Titanic, Avatar y Terminator como monumentos de la historia del cine, cuyo legado supera con creces el mero éxito de taquilla.
Tras la secuela de Avatar, Avatar: El sentido del agua, llega Fuego y ceniza, la tercera película de la serie, que se estrenará a finales de 2025.
Las obras de Cameron han establecido un nuevo punto de referencia técnico y artístico y es una nueva prueba de la búsqueda de la excelencia por parte del director.