Los desafíos de un visionario
El Oyster Perpetual, reuniendo tres de los logros relojeros más importantes de Rolex, encarna el espíritu pionero del fundador de la marca, Hans Wilsdorf. Desde los años 1930, la precisión cronométrica, la hermeticidad y el mecanismo automático convirtieron a este reloj en la referencia que daría lugar a toda la gama Oyster Perpetual.
«Estaba convencido de que el éxito de mi vida giraba en torno a la precisión».
Persistencia en la precisión
La precisión cronométrica fue el primer desafío. A principios del siglo XX, muchos dudaban que un reloj de pulsera pudiera ser realmente fiable. Hans Wilsdorf, sin embargo, estaba convencido de lo contrario. En 1910, en Bienne, un Rolex fue el primer reloj de pulsera del mundo en recibir el certificado suizo de precisión cronométrica. Más tarde, en 1914, el fundador de Rolex sorprendió al mundo de la relojería al obtener el certificado del Observatorio de Kew en Inglaterra. Por primera vez, un reloj de pulsera recibió la misma certificación que los grandes cronómetros de la marina, los relojes más precisos de la época. La intuición de Hans Wilsdorf era correcta.
«El Oyster es el invento más importante de los últimos años en el mundo de la relojería».
Hermeticidad demostrada
En 1927, con Mercedes Gleitze, se escribió un nuevo capítulo en la historia de Rolex. Un año después de la creación del Oyster, Hans Wilsdorf equipó a la joven inglesa con un reloj para su travesía a nado del canal de la Mancha. Y tras más de diez horas de travesía, el reloj sale del agua helada en perfecto estado de marcha. Desde entonces, Rolex continúa viendo el mundo como un laboratorio a cielo abierto, confiando sus relojes a atletas, exploradores, pilotos, navegantes y grandes viajeros que son testigos de su rendimiento en el terreno, incluyendo en las condiciones más extremas. Es la representación de la filosofía de Hans Wilsdorf, a prueba de pruebas, respaldando la calidad de los relojes Rolex por todo el mundo.
Aprovechar el movimiento del cuerpo.
Adaptarse a cada ritmo
En 1931, tras años de investigación y desarrollo, Rolex registró una serie de patentes en un mecanismo automático con un rotor libre denominado rotor Perpetual. Esta importante innovación hizo posible no tener que acordarse de darle cuerda manual al reloj y limitó en gran parte la necesidad de manipular la corona de cuerda. Gracias a este sistema, equipado con una masa oscilante que oscila al menos movimiento de la muñeca, el reloj se da cuerda a sí mismo mientras se lleva puesto. Este concepto se convertiría más tarde en el estándar adoptado por toda la industria relojera. El Oyster Perpetual, adaptándose al rito de quien lo lleva, acompañándoles en sus actividades diarias, se mantiene en sintonía con todos los movimientos de la vida.